miércoles, 11 de noviembre de 2009

SANGRE comienza así...

1 de Enero de 2009

Mi nombre es Valentina y me encuentro frente a estas hojas en blanco para tintar el primer día de, espero, mi larga vida como vampira. Sí, digo larga vida, por la sencilla razón de que no soy lo que se podría decir una “no muerta”. No he tenido que fallecer para adentrarme en este mundo paralelo. Sólo he necesitado una experiencia como la de anoche.




Anoche. No puedo dejar de darle vueltas a lo que me sucedió anoche. En realidad, todo comenzó como cualquier fin de año desde hace un par de lustros para mí. Cené en casa sola, a excepción de mi inseparable Vlad, un hurón albino, al que encontré abandonado hace un año más o menos buscando comida en el contenedor de basura que hay frente a mi casa. Delante de mí, en la mesa, había un bol de ensalada gigante; frente a Vlad, en el suelo, una pechuga de pollo bastante grande incluso para él. Nunca me ha gustado demasiado la carne, ni tampoco el pescado; incluso me sientan mal. En realidad no tomo nada de origen animal.
Cuando terminé de cenar, casi sin darme cuenta, fui al dormitorio y me desnudé. Me descubrí buscando algo de ropa para poder salir a dar una vuelta. Siempre me entretengo una barbaridad decidiendo qué ponerme y, cuando lo pienso, me parece un tanto ridículo, puesto que mi vestuario se compone básicamente de todo tipo de prendas de color negro. Opté por unos pantalones ajustados y una camiseta de manga larga con un escote que dejaba poco lugar a la imaginación. Me molesta tremendamente llevar tacones pero, por otro lado, es indiscutible el aire femme fatale que dan unos botines bajos con tacón de aguja, de modo que, muy a mi pesar, me los calcé sin dudarlo ni un momento. Recogí mi cabello en un moño alto y me anudé al cuello la correa negra que siempre me acompaña en las aventuras nocturnas. Ya, sin darme cuenta, me había dicho a mí misma que aquella noche, como tantas otras, me apetecía tener algo de compañía.
Dejé a Vlad entretenido con una polilla en la cocina y salí a la calle. Por un momento pensé que el abrigo que había cogido era demasiado liviano para protegerme de las bajas temperaturas nocturnas de Granada, pero, conforme iba avanzando, el calor interno que generaba mi musculatura calmaba la sensación de frío. Las calles estaban inundadas de gente celebrando la venida del año nuevo. Vestidos con sus mejores galas se dirigían a una u otra discoteca a pasar una noche desenfrenada de alcohol, drogas y, con un poco de suerte, algo de sexo. Yo no buscaba ninguna de las dos primeras cosas; simplemente, me apetecía escuchar buena música y echar un buen polvo.
Decidí dar un rodeo para disfrutar de la hermosura de aquellas callejuelas. Pronto llegué al Paseo de los Tristes, el lugar más mágico de Granada, y gracias al cual decidí instalarme en aquella vieja casa del Albaycín. Nunca deja de sorprenderme de noche. La Alhambra muestra su espalda iluminada, guardando recelosa su interior; una imagen en la que piedra, vegetación y luz forman un trío encantador y embriagador. Continué descendiendo hasta llegar a Carrera del Darro y, a pocos metros de dejar atrás la calle Zafra, por la que se llega en línea recta hasta mi casa, alcancé el Puente de Espinosa, punto por el que debía atravesar el río para llegar a mi destino.
Jamás había visto tanta gente en la entrada del Dhampir; por un momento, temí que pudiera llegar a convertirse en un sitio de moda para estudiantes. Peter y yo elegimos ese lugar para abrir el Pub por lo discreto de su ubicación, la entrada es casi imperceptible desde el otro lado del río, gracias a un par de árboles que con su edad y frondosidad esconden el lugar. Por lo general, lo frecuentan conocidos de Peter y extranjeros que lo descubren por esa obsesión suya de escudriñar cada rincón de cada ciudad.
Ninguno de los dos pensó en el local como una fuente de ingresos puesto que estamos bien servidos; más bien, es nuestro pequeño lugar sagrado. Él se enamoró de aquel magnífico edificio de cuatro plantas, una de las cuales casi acaricia el lecho del río. Decidió que quería vivir allí y abrir un pequeño negocio. Llegamos al acuerdo de que yo aportaría el capital y desde casa me encargaría de los proveedores, mientras que Peter dirigiría personalmente el local. Respetó la estructura del edificio, pero dentro hizo maravillas, aunque sólo usa la primera planta por encima del Pub como vivienda. El sótano pasó a servir de almacén y el ático es el lugar donde guarda sus “juguetes”.
Tuve que abrirme paso hasta la puerta de la entrada y agradecí que el interior no estuviera tan atestado como parecía desde fuera. Peter me saludó desde el otro lado de la barra. Entré decidida hacia él y mirándole fijamente a los ojos, aquellos ojos de color azul oscuro. Él no es precisamente mi prototipo de hombre: su pelo rubio y ondulado siempre me recuerda a un anuncio de champú, su rostro tiene los rasgos marcados haciendo que el semblante sea un tanto duro. Eso sí, tiene un cuerpo escultural. Se mantiene en forma pese a los años que han pasado desde su baja definitiva del cuerpo de bomberos de Nueva York; por las lesiones que sufrió cuando, intentando sofocar un incendio, se le cayó un muro encima. Entre las escasas secuelas se encuentra la pérdida total de visión del ojo izquierdo, haciendo que el azul de éste sea algo más claro que el derecho, y una delgada cicatriz desde el pómulo hasta la ceja, contribuyendo a esa dureza en sus facciones y, ya de paso, a mi atracción puramente física hacia él.
Antes de que me sentara en una banqueta junto a la barra, Peter ya había colocado una Heineken bien fría frente a mí. Le pegué unos tragos mientras él le indicaba a Paula, la camarera, que iba a ausentarse un rato.
No mediamos palabra alguna, nos dirigimos hacia la puerta del fondo del Dhampir y comenzamos a subir las escaleras en dirección al piso de Peter. Nada más atravesar la puerta de la entrada me agarró, como un cavernícola, me colocó sobre su hombro y al llegar al dormitorio me lanzó a la cama para despojarme de la ropa con facilidad. Fue imposible separarnos. No pensé en nada, salvo en mi sexo y en aquel cuerpo escultural empujando con violencia. Lo aparté bruscamente y me coloqué sobre él. Estaba a punto de llegar al orgasmo cuando me descubrí succionando el cuello de Peter. El placer que sentía me hacía chupar con más fuerza hasta que noté cómo mis papilas degustaban el fluido con sabor metálico y algo salado que escapaba por sus poros hacia mi boca. Entonces, me corrí y fue el mayor orgasmo que había tenido jamás. Había probado su sangre. Más bien tan sólo la había paladeado, pero me había excitado más que cualquier otra cosa en el mundo. Me había extasiado.
Permanecimos tumbados largo rato en la cama. No sé en qué pensaba Peter, yo únicamente podía pensar en aquel fluido espeso que me moría de ganas de volver a probar.
–Oye Peter, ¿te importaría si la próxima vez traigo un escalpelo? Quiero beberte mientras follamos.
–Joder Valen, estás loca –ahí estaba de nuevo, me volvía a llamar loca con ese acento tan suyo que no era capaz de disimular.
–Venga hombre, otras veces me pides que te pegue y te encanta. Quizá esto también te guste.
Permaneció callado unos instantes y pronto comenzó a tener ese brillo en los ojos que siempre aparece cuando planea alguna pequeña travesura. Se levantó de un brinco de la cama y entró en el cuarto de baño. Apareció con una pequeña bolsa de aseo en las manos. Se sentó al borde de la cama y la abrió extrayendo de un diminuto bolsillo un paquete de hojas de afeitar. Tomó una y la introdujo en una antigua navaja. Me mostró el resultado con una sonrisa pícara.
–Mientras no me desangres y no estropees ningún tatuaje, Valen, bebe lo que te apetezca.
Peter arrojó la bolsa de aseo al suelo y se abalanzó sobre mí. Comenzó a morderme el cuello indicándome que estaba listo para volver a comenzar. Asió mi mano y me entregó la navaja cerrada. Rodeándome la cintura con su brazo me volteó para servirme de montura. Mientras él movía sus caderas debajo de mí, yo acariciaba su pecho buscando un hueco donde arañar con la hoja de afeitar. El único lugar relativamente amplio que no estaba tatuado era un perfecto círculo en la zona que debía ocupar su corazón. Con mucho cuidado, haciendo acopio de la escasa capacidad de concentración que me quedaba, mientras Peter se movía debajo de mí con tanta efectividad, acaricié con la afilada hoja la superficie de su piel haciendo una pequeña incisión que no pareció hacerle daño y de la que pronto comenzó a brotar sangre.
Lamí la superficie de la herida y libé el preciado líquido. Peter emitió un largo gemido, haciéndome estremecer de placer. Aquel sabor, aquella textura, aquel movimiento entre mis ingles. Aquel placer de sentirme empapada por dentro porque Peter había terminado su trabajo. Todo ese cúmulo de sensaciones me hizo estallar con más fuerza que nunca. Caí derrumbada a su lado con los labios llenos de sangre, casi sin poder respirar. Acababa de descubrir algo nuevo para mí. Anoche llegué a la conclusión de que la sangre formaría parte de mi dieta sexual para siempre.

martes, 10 de noviembre de 2009

EL MEJOR DE LOS COMIENZOS


Ya han pasado casi dos días desde que el Salón del Manga de Granada Especial Japón cerrara sus puertas. He tenido algo de tiempo para poner en orden mis ideas y, sobre todo, para tratar de asimilar todo lo bueno que me ocurrió en aquellos tres días.

En primer lugar, me gustaría agradecer a Celia Machuca, Nacho Cabrero, Sergio González, Juan Tomás Romero y Antonio Pérez, organizadores del Salón del Manga de Granada Especial Japón y miembros de la asociación CrossOver, su apoyo incondicional y el gran impulso que han dado a mi incipiente carrera literaria. Además, y ya no me extiendo más, quiero saludar desde aquí a Oriol Cots de Totoci Granada, a Miguel Ángel Alejo y a los chicos de Granazoom, Engranarte, Granared, Cómic Stores y, por supuesto, Shazam! Cómics, por su amabilidad y su ayuda.
Tengo que repetir que los tres días que he pasado en el Salón del Manga de Granada Especial Japón han sido de los mejores de mi vida. A muchos puede parecerle una tontería, pero, para mí, haber visto años atrás a escritores dedicando sus obras a sus futuros lectores me partía el alma, era algo que yo soñaba poder hacer algún día; ¡y lo conseguí!
En un principio me sentía insegura. Estuve casi todo el viernes sola en el stand de Sangre, apenas nadie se acercó a interesarse por la novela. Llegué incluso a pensar que, quizá, todo había sido una equivocación; un error fruto de mi pretensión, cargada de inexperiencia, de sacar adelante mi novela fuera como fuese. Pero pronto, y poco a poco, la gente se fue acercando. Y con ello, mi autoestima fue acrecentándose.
La cosa ya iba medio bien cuando llegó la hora de la presentación de la novela. Mi nerviosismo se disparó incontroladamente, ya que, siempre, he padecido cierto miedo escénico.
Cuando llegamos al Aljibe, lugar donde se iba a realizar la Presentación Oficial de Sangre con la editorial El Páramo, no había prácticamente nadie. Estábamos mi familia, mi amiga tuenti, Yolanda, que me prometió que iría -y allí estaba- y un par de personas más. ¡Era genial! Mi primera puesta en acción y prácticamente sola. No daba crédito, pero, gracias a eso, a sentirme algo sola, reaccioné, mi mente bloqueó la ansiedad y parece que mi nerviosismo se fue atenuando.
Comenzó a entrar gente en la sala y a ocupar sus asientos. Así que, finalmente, me relajé del todo y, cuando me tocó hablar, todo fue fluyendo poco a poco. Me sentí bien.
Tras la presentación, ya no pude parar más. Muchísima gente se acercaba al stand queriendo adquirir un ejemplar de “Sangre”. Y toda esa gente quería una dedicatoria en la primera página: ¡Sueño cumplido!
Agotamos existencias al principio de la tarde del sábado, y, por fin, pude relajarme del todo. Disfruté viendo a los otakus paseando por el Salón, reí escuchando el karaoke (algunos eran tremendamente graciosos cantando, otros, eran muy buenos, jeje), leí los microcuentos del certamen,…
La gente se seguía acercando a conocer Sangre, incluso algunos se lamentaban de no haber comprado el libro antes. Pero no hay problema, unos cuantos meses y “Sangre” volverá a estar en la calle; con más fuerza, mucha más fuerza.
Decidí invitar a todo aquel que pasaba a participar de la creación del blog de “Sangre”, así como, también, a la creación de la futura edición de la novela, para principios de 2010. Y así fue pasando el tiempo dulcemente hasta que, casi sin darme cuenta, todo había acabado.
En definitiva, el mejor de los comienzos para “mi pequeña”: una gran acogida general.

domingo, 8 de noviembre de 2009

SIMPLEMENTE, GRACIAS…



¡Buenas noches! Acabo de regresar del Salón del Manga de Granada Especial Japón y, aunque estoy algo cansada de todo este fin de semana frenético, no he podido evitar escribir unas líneas para agradecer la aceptación de Sangre en mi primer evento oficial. Gracias a vosotros he conseguido vender todos los ejemplares de esta autoedición limitada. No voy a entrar aún en detalles, hasta que organice mentalmente lo que me ha sucedido en los últimos días; pero quería mostrar algunas imágenes de la presentación y del stand de “Sangre” en el salón. ¡Muchas gracias a todos!

jueves, 5 de noviembre de 2009

Origen de la autoedición de "SANGRE"





Siendo sincera, he de admitir que esta realidad que se va fraguando poco a poco en torno a la edición de “Sangre”, no es sino el fruto de un tremendo cúmulo de casualidades y, no lo neguemos, golpes de suerte.
El diario de Valentina Varga nació y maduró en torno al mes de abril de 2009. Y, como todo creador orgulloso de su obra, empecé a llamar a numerosas editoriales que, sin ofrecerme esperanza alguna, me la solicitaban con la promesa de, algún día, recibir contestación.
Aprovechaba cualquier oportunidad para hablar de “Sangre”, cualquier momento me era propicio. Incluso aquel día en que, en la Feria del Libro de Córdoba, encontré a Antonio de Egipto, de la Editorial El Páramo, al que no dudé en avasallar sin piedad. ¿Qué quería Antonio? ¿Un cuento infantil? ¿Un compendio de relatos? Yo se lo ofrecía todo, y de regalo, por el mero amor hacia la lectura, la novela “Sangre”. Una novela que, según él, jamás casaría con las pretensiones editoriales de El Páramo.
Y tras esos días, mi ímpetu se adormiló; mi paciencia, a fuerza de esfuerzo, se incrementó. Los meses pasaron, mientras yo esperaba que el teléfono sonara. Pero no sonaba.
Transcurren los meses de verano, el temario de la oposición me absorbe, y, poco a poco, “Sangre” se va alejando de mi mente.
-¿No tendrás la novela “Sangre” de Clara Peñalver por ahí? –se me ocurrió preguntarle a Ricardo de Dune cómics en plan “coña”, para reírme un rato de mi desgracia.
-Pues no tía, no la conozco. ¿Y está bien?
-Claro que está bien. Es cojonuda –respondí yo.
Tras eso, le expliqué que había escrito una novela gótica vampírica, pero que parecía que había tenido la mala suerte de nacer en un mal momento en el que las editoriales no arriesgaban con autores jóvenes, etcétera, etcétera, etcétera.
¿Cuál fue su respuesta? Pues no fue otra más que: “Pues tía, haz unas copias y te las traes aquí”. Y yo que me caracterizo, principalmente, por agarrarme a la más mínima oportunidad, dejé crecer de nuevo la ilusión de “Sangre” en mi interior.
El resto fue un caos: se me ocurrió promocionar la novela vía Tuenti colgando el primer capítulo y captando amigos que pudiesen tener afinidad con el mundo gótico y poco a poco, la cosa fue creciendo. A los tres días, Celia Machuca se puso en contacto conmigo para decirme que, para tratar de ayudarme un poco con la promoción, me ofrecían un stand no comercial para "Sangre" en la Feria del Manga de Granada Especial Japón. Más tarde, me hablaron de realizar una presentación formal de la obra. Y, está bien, tengo que reconocer que me acojoné: eso de hablar en público no es lo mío. Pero, lo pensé detenidamente y..., decidí darle la vuelta a mi miedo y aprovechar la ocasión para invitar a todas las editoriales que tenían mi manuscrito a la presentación de la auto edición de “Sangre”, con el fin de demostrar que mi novela tenía proyección de ventas.
Era muy arriesgado, quizá una locura; pero finalmente la suerte volvió a estar de mi lado: ese mismo día se puso en contacto conmigo Antonio de Egipto, el mismo editor que, en su día, en la Feria del Libro de Córdoba, debió de haber pensado que yo era una colgada avasalladora, y me ofreció un contrato de edición a partir de 2010 para mi pequeña “Sangre”.
Y aquí estoy, todavía en una nube, sin saber muy bien qué ha pasado en las dos últimas semanas. Y, más aún, tratando de asimilar que, anteayer, día 3 de noviembre de 2009, firme mi primer contrato como escritora.